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NI CASO AL QUE DIRÁN
El que dirán, el sentido del ridículo, el temor a parecer lo que no somos, la vergüenza, son los enemigos de una buena carcajada. Años de represiones, de hacer lo que se supone que la sociedad espera de nosotros, hacen que la risa quede ahogada, escondida, sin animarse a salir.
Pero lo cieto es que reír no es un pecado sino una virtud, y, sobre todo, es una señal de que nos encontramos en un estado de paz con nosotros mismos. Si repasamos las ocasiones en que hemos podido sonreír y lo hemos dejado escapar por culpa de nuestros tabúes, nos daremos cuenta de la falta que nos hace dejar atrás el sentido del ridículo y empezar a reír bien fuerte.