EL VALOR DE UNA SONRISA
(Decálogo esencial)
1 HAY QUE SONREIR
Esta es la regla básica: sonreir todo lo posible, en cualquier momento del día y por cualquier razón. De hecho, hay miles de motivos al día para hacerlo.
Debemos buscar siempre los nuestros y obligarnos, al menos dos veces al día, a esbozar una sonrisa. Para ello, es suficiente con empezar a mirar la vida buscando las pequeñas cosas que valorar: seguro que entre aquello que vemos, leemos, compartimos o pensamos hallaremos alguna que nos proporcione alegría y nos arranque una sonrisa. Con eso es suficiente, al menos para empezar. A partir de esas sonrisas llegarán las risas y las carcajadas: tiempo al tiempo.
2 LA CLAVE SER POSITIVO
La felicidad está más cerca de nuestras vidas de lo que podemos imaginar. Lo malo es que no siempre sabemos verla o, si la vemos, no nos dejamos contagiar por ella. Al fin y al cabo, la felicidad es ni más ni menos que un estado mental, al cual se puede llegar con sencillos pasos, que empiezan por eliminar poco a poco la negatividad y los sentimientos de rencor. Éstos son los que nos impiden sonreír, los que nos hacen fruncir el ceño. Pero en lugar de ver los problemas como reveses, podemos visualizarlos como oportunidades para aprender y descubrir. En definitiva, aprender a positivizar.
3 LA FABRICA DE SONRISAS
Nosotros, nuestro cuerpo, nuestra mente, puede ser una gran fábrica de sonrisas y de positividad allí donde estemos. Es una cuestión de actitud, de creer que de nuestro interior pueden surgir todos esos buenos sentimientos, la alelgría, la felicidad. Para ello, debemos focalizar y recurrir a las buenas noticias, las buenas acciones, los buenos amigos… Y, por supuesto, una acción que nunca falla: despertar cada día dándonos los buenos días mientras nos miramos al espejo y nos sonreímos.
4 COMPARTIR LA ALEGRÍA
La felicidad, la dicha, la alegría, son mucho más plenas cuando se comparten. Son sentimientos que se contagian, a los que es imposible sustraerse. Por ello, hay dos actitudes muy importantes; por un lado, dar a los demás un poco de nuestra felicidad, es decir, compartirla con nuestros seres queridos. En segundo lugar, permitir que la alegría de los demás nos invada y ocupe nuestro interior.
La ecuación es sencilla: si transmitimos armonía será muy difícil que recibamos un trato opuesto. Asimismo, si nos alegramos por los demás, nos permitirán compartir sus sonrisas y carcajadas, en un flujo que retroalimenta.
5 EXPERIMENTAR NUEVAS SENSACIONES
Los efectos que tienen en nuestro cuerpo y en nuestra mente las sonrisas, las risas y las carcajadas son tantos y tan beneficiosos que es necesario vivirlo para creerlo.
Más allá de lo que nos puedan decir los médicos, o de los datos sobre la risa que nos puedan contar, lo importante es ser conscientes de lo gratificante que puede ser la risa en nuestra vida para poder vivirla con toda su intensidad.
6 NI CASO AL QUE DIRÁN
El que dirán, el sentido del ridículo, el temor a parecer lo que no somos, la vergüenza, son los enemigos de una buena carcajada. Años de represiones, de hacer lo que se supone que la sociedad espera de nosotros, hacen que la risa quede ahogada, escondida, sin animarse a salir.
Pero lo cieto es que reír no es un pecado sino una virtud, y, sobre todo, es una señal de que nos encontramos en un estado de paz con nosotros mismos. Si repasamos las ocasiones en que hemos podido sonreír y lo hemos dejado escapar por culpa de nuestros tabúes, nos daremos cuenta de la falta que nos hace dejar atrás el sentido del ridículo y empezar a reír bien fuerte.
7 UNO MÁS UNO
Una acción sencilla pero efectiva es hacer cálculos, sumar el tiempo que nos pasamos sin reír, con mala cara, bajo un estado de seriedad y enfado que a nada nos conduce. Sin darnos cuenta, pasamos mucho más tiempo con el ceño fruncido que sonriendo a quienes nos rodean. Así que el primer paso para ser conscientes de ello y, simplemente, sumar los momentos que pasamos sin reírnos. Luego pensaremos si esa actividad nos conduce a alguna parte y si nos sirve para ser más felices. Seguramente no. Entonces es hora de cambiar.
8 EMPEZAR POR UNO MISMO
Para empezar a sentirnos bien y conseguir que las sonrisas emanen de nuestros labios, es preciso desarrollar un egoísmo sano y convertirnos, de alguna manera en la persona más importante del mundo, sin desmerecer a los demás.
Cuanto antes de ayudar nos ayudamos a nosotros mismos, y cuando intentamos escucharnos antes de escuchar a otros, conseguimos un equilibrio que, en definitiva, beneficia a todos: siempre que no estemos bien, los demás a quienes intentamos ayudar tampoco lo estarán.
9 ADIÓS A LOS MIEDOS
Hay que decir adios a las dudas, a los tabués y a ese miedo a no lograr lo que nos proponemos. Son algunos de los enemigos íntimos de la felicidad, que tampoco se lleva bien con el desánimo y el pesimismo.
Aunque es cierto que las cosas casi nunca salen como uno uno quiere, tambén es verdad que siempre estamos a tiempo de una segunda oportunidad, sobre todo si nos enfrentamos a ella con armonía y buenas intenciones.
10 A VIVIR CON INTENSIDAD
Cada segundo de nuestra vida es único e irrepetible. Todo aquello que nos pasa, que sentimos, que deseamos en este momento, será diferente un rato más tarde. Cuando somos conscientes de esto, también somos capaces de descubrir que una mirada, un beso o una caricia jamás volverán a ser como los anteriores. ¿Para que perdérnoslos, si podemos disfrutarlos como si fueran únicos?.
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Remedios para el Alma
Claves para cultivar la felicidad y sentirse afortunado.
Pedro Riba.